Con perdón por el lenguaje, ésta es una pregunta que me inspiró un cliente que vino a mi consulta, cuyo conflicto era que se sentía estancado y bloqueado en su trabajo. Sentía desde hace algunos años decepción con respecto a la vida debido al trabajo, el estrés, la insatisfacción que éste le causaba y las consecuencias que estaba teniendo en su vida personal y su salud. Un trabajo para el que él se había preparado en la universidad durante muchos años, de manera elegida. Un sueño al principio que acabó torciéndose al sentir que la vida laboral no tenía nada que ver con lo que él había imaginado de adolescente. Todo esto le producía infelicidad. Un día me comentó que cuando realizaba las meditaciones que trabajábamos se sentía especialmente bien porque le trasladaban a su niñez, a la época en la que jugaba al baloncesto, era capitán del equipo y era feliz y sin preocupaciones. Profundizando sobre esa época, me confesó que en el primer partido de su equipo siendo niños perdieron 93 a 4. Ese resultado fue causa de burlas por parte alguna que otra persona de su alrededor durante un largo tiempo. Sin embargo, a él y su equipo no les importaba haber perdido. Por lo que no fue una circunstancia traumática. Al contrario, al pasar el tiempo perfeccionaron sus técnicas y fueron desarrollando sus talentos en ese deporte, hasta convertirse en campeones en muchos de los partidos que vinieron después. Fue en ese momento en que le pregunté:
- ¿Y qué hacía que no os importara haber perdido?
Respondió:
- Que disfrutábamos con lo que hacíamos y solo queríamos divertirnos.
Seguí preguntando:
- ¿Y qué hacía que evolucionárais de esa manera tan espectacular?
Él me respondió:
- Lo mismo, que simplemente disfrutábamos. No pensábamos en nada.
Yo continué:
- ¿Qué sientes o piensas en la actualidad cuando estás trabajando en lo que soñabas ser de adolescente?
Respuesta:
- Pienso continuamente en “No cagarla” cuando tengo que exponer mis resultados frente a los compañeros y los superiores.
Nueva pregunta:
- Entonces, ¿En qué momento exacto dejaste de disfrutar, para pasar a enfocarte en “No cagarla”? ¿Y qué fue lo que desencadenó ese momento?
Esas preguntas le hicieron mirar hacia atrás, llegar hasta su época de estudiante universitario y reflexionar en la circunstancia concreta y el momento que desencadenó el cambió de camino y de pensamiento, revelándose así la razón y con ello la solución concreta para su circunstancia personal.
Seguidamente analizamos la fuerza negativa de la frase “No quiero cagarla”, la negación con la que comienza. Si te pido que no pienses por ejemplo en un perro de color verde, ¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza? Efectivamente, un perro de color verde. En el instante en el que ordenamos a nuestro cerebro una frase con una negación seguida de lo que no queremos, la negación es anulada por éste y procederá de manera automática a enfocarse en la siguiente palabra, que es precisamente lo que no queremos, “cagarla”, enviando la orden al resto del cuerpo, para actuar de manera que provoque aquello que no queremos. Si permitimos frases como esta de manera habitual, estaremos creando el hábito de “cagarla” una y otra vez. Y es que ya lo decía el genio Albert Einstein: “Si haces más de lo mismo, no esperes resultados diferentes”.
¿Qué tal si comenzamos a afirmar a nuestro cerebro frases en positivo indicando lo que sí queremos que ocurra? Por ejemplo en el caso de este cliente, el resultado de su revelación fue la elección de empezar a decirse: “Voy a comenzar a disfrutar”, “Puedo disfrutar de mi trabajo”, “Los fallos cometidos son positivos porque como con aquél partido que perdí, puedo aprender, evolucionar y convertirme en alguien excelente”. ¿Qué pasará con este cliente después de unos días, semanas, meses? ¿Probamos todos?
Eva María Arrabal Martín