¿Recuerdas la frase de la semana publicada este pasado lunes?: “Pregúntate si lo que estás haciendo hoy te acerca al lugar en el que quieres estar mañana”, la dijo Walt Disney y rompe el hielo de manera perfecta para hablar sobre ello en este post.
¿Cuántas veces nos pasa que nos proponemos algo, pasa el tiempo y vamos viendo que no hacemos nada? Seguro que te suena eso de…
Mañana empiezo.
El lunes me pongo a dieta.
Cuando comience el nuevo año comienzo a hacer deporte.
Cuando pase el verano con todos sus eventos dejaré de fumar.
El mes que viene empezaré a ahorrar para ese viaje que quiero hacer.
Desgraciadamente nos pasa a nosotros y conocemos a muchas personas que quieren hacer cosas, pero por alguna razón dejan pasar el tiempo y ven cómo hoy están igual que ayer. Pero lo más triste, es que además nos vemos hoy igual que hace un mes y quizás igual que hace un año. Esto ocurre porque vivimos pensando que aún tenemos tiempo de comenzar y aunque en parte es cierto del mismo modo que también es cierta esa frase que dice “Nunca es tarde”, también es cierto que esa forma de pensar solamente nos lleva a dejar pasar la vida frente a nuestros ojos y esa vida será dentro de un año la misma que la que teníamos hace un año.
“`Algún día´ es una enfermedad que se llevará tus sueños a la tumba contigo”.
– Timothy Ferris –
¿De qué se arrepiente la gente justo antes de morir?
Seguro que has oído hablar de esto.
Bronnie Ware es una enfermera que quiso dejar reflejado por escrito algo que le había tocado el alma sobre las personas moribundas. Fue testigo de los arrepentimientos más comunes de las personas que sabían que estaban muriendo y esto le hizo comenzar a ver la vida de otra manera, desde otra perspectiva y con plena conciencia individual.
Gracias a que ella quiso mostrarlo al mundo, esto nos puede servir para replantearnos nuestra actitud frente a lo que realmente deseamos en esta vida.
¿Cuáles son esos arrepentimientos más comunes en las personas cuando llegan a sus últimos días de vida? Las respuestas fueron las siguientes:
No haber sido fiel a sí mismo: “Quisiera haber hecho lo que quería y no lo que otros querían que hiciera”.
“Ojalá no hubiera trabajado tanto”.
“No haber expresado mis sentimientos”.
“No haber dedicado tiempo a los amigos”.
“No haber sido más feliz”.
Imagina lo triste que es vernos con estas frases en nuestra cabeza en nuestros últimos días. ¿Podrías? Es más, ¡Podemos usarlo como herramienta práctica para llevar a cabo lo que queremos trabajar en este post!
Por supuesto que sí, así que antes de hacernos la lista de preguntas adecuadas para lograr nuestros propósitos, podemos comenzar haciendo lo siguiente:
Tips:
Visualízate en tus últimos días de vida:
Sé que suena duro y que la emoción puede ser igualmente dura, pero te pido que imagines por un momento que de repente has visto toda tu vida pasar y te encuentras en tus últimos días de vida. Imagina que estás en un futuro lejano, en la cama, siendo consciente de que ya has vivido todo lo que tenías que vivir. En ese momento, visualiza que repasas toda tu vida entera, que piensas en todo aquello que has hecho, pero también piensas en todo aquello que no has hecho. Imagina con toda precisión cómo te sientes y qué emociones te vienen, al pensar que has dejado muchas cosas por hacer, porque pensabas que aún tenías tiempo. Quizás pensaste por primera vez en aquello que pudo haberte hecho feliz cuando aún tenías 25 años, pero sentías que tenías tiempo y te aterrorizaba ponerte a crear ese sueño, porque a veces pensar en actuar YA da terror, es cierto, pero el caso es que nunca comenzaste. Ahora que te ves en la vejez y mirando hacia atrás ¿Cómo te sientes? ¿Qué sientes al pensar cómo habría sido tu vida si hubieras dado ese primer paso a los 25 o 30 años? ¿Cómo habría sido tu vida?
A continuación y con la ayuda de esta motivación que acabamos de trabajar con el ejercicio anterior, ahora vamos a conocer algunas preguntas que nos ayudarán a evaluar el punto en el que nos encontramos y que además, nos ayudarán a tomar conciencia de lo que estamos haciendo, o no, para lograr lo que realmente queremos. Estas preguntas nos ayudarán a tomar acción en lo que queremos y comenzaremos a ver resultados en solo días. Ya no te sentirás en el mismo lugar que ayer, sino que mañana verás que ya has dado el primer paso y estás más cerca.
Para poder tomar conciencia de las acciones que estamos tomando o dejando de tomar, vamos a escribir en una hoja de papel las siguientes preguntas.
¿Qué es lo que deseo realmente? ¿Cómo lo deseo específicamente? ¿Cuándo lo deseo exactamente?
¿En qué momento estoy ahora? ¿Cómo me encuentro con respecto a mi propósito? ¿Cómo me siento con respecto a ello?
¿Qué he hecho hasta este mismo momento para acercarme a ese objetivo? ¿Cómo lo estoy haciendo? ¿Es coherente? ¿Es eficaz?
En el caso de no estar haciendo nada aún en el presente, ¿Cómo me siento emocionalmente hablando con respecto a ello? Si la emoción es desagradable, ¿Cuánto tiempo más estoy dispuesto o dispuesta a estar en esta situación? ¿Me hace sentir una persona orgullosa por ello? ¿Qué tengo que hacer para dejar de sentir esta emoción desagradable por no estar haciendo nada?
Si continúo sin hacer nada al respecto, ¿Cómo me veré y me sentiré dentro de un año? ¿Qué pensaré de mí por ello?
¿Qué obstáculos estoy teniendo? ¿Cómo los estoy sorteando o cómo puedo hacerlo?
¿Qué obstáculos creo que voy a tener o puedo tener?
Si me encuentro con esos obstáculos ¿Cómo puedo sortearlos?
¿Cómo me sentiré cuando ese objetivo esté conseguido?
Estas preguntas pueden ser literales tal y como las hemos visto, o estas mismas pueden servirnos para personalizarlas en coherencia con nosotros mismos y nuestras circunstancias. La clave está en encontrar las preguntas y las palabras adecuadas, que nos hagan sentir algo por dentro, que nos hagan recapacitar, pararnos a pensar un instante y ver qué es lo que estamos haciendo de manera errónea, o simplemente no estamos haciendo. Escribiremos las respuestas de forma detallada en la hoja en donde hemos plasmado las preguntas. Luego las leeremos en voz alta para escucharnos. En el momento en el que seamos conscientes de todo ello, nos sentiremos capaces de levantarnos del sofá y tomar acción sobre lo que realmente queremos.
Mañana, te encontrarás sin duda un poquito más cerca de tu objetivo.
Eva María Arrabal Martín
BIBLIOGRAFÍA:
“Coaching, caminando hacia el Ikigai”, Editorial Bookboon, 2020, Eva María Arrabal Martín.
“Motivación 1: el super poder de auto motivarte”, Editorial Bookboon, 2021, Eva María Arrabal Martín.
Hemos empezado esta semana con la frase del Dr. Mario Alonso Puig: “El lenguaje no solo describe la realidad, sino que además es capaz de crearla” y ¿Por qué hemos empezado con ella? Porque esta semana hablamos sobre el lenguaje y su peso en nuestro crecimiento personal.
¡Vamos a ello!
La semana pasada me adentré en la influencia de las etiquetas cuando nos definimos y lo hice enfocándome en las personas que sienten timidez. Esa publicación me ofreció la idea de hablar esta semana sobre el lenguaje y la importancia de las palabras a la hora de “crear”. Cuando creamos nuestras circunstancias y posibilidades, no tenemos en cuenta ni nos paramos a observar las palabras que utilizamos y éstas son tremendamente importantes en nuestra creación, son magia pura. Gran parte de lo que tenemos en nuestro entorno, en nuestras circunstancias y en nuestros resultados, están ahí a causa de las palabras que usamos al hablar, ¡Entre otras muchas cosas claro está! Pero todo empieza cuando hablamos.
¿Te has parado a observar en cómo hablan y se expresan las personas exitosas?
Para empezar, te darás cuenta de que no hablan igual una persona exitosa en cualquier ámbito, que una persona “rendida” a lo que es y a lo que cree que no puede cambiar porque “la cosa está muy mal”.
¿Te has parado a pensar alguna vez en cómo de importante ha sido tu lenguaje en lo que has logrado o perdido hasta el día de hoy? Quizás no lo hayas pensado nunca, quizás esta es la primera vez que lees sobre ese tema.
Aquí no vamos a hablar de éxito refiriéndonos al dinero, pero sí al éxito en general, es decir, al hecho de ganar en todo lo que de manera personal e individual nos propongamos. ¿Quieres tener éxito en tu formación porque estás estudiando? Entonces, conocer sobre el uso del lenguaje te interesa. ¿Quieres tener éxito en el terreno laboral? Entonces, conocer sobre el uso del lenguaje efectivamente te interesa. ¿Quieres tener éxito en las relaciones con los demás y en el amor? Entonces, conocer sobre el uso del lenguaje también te interesa. ¿Quieres tener éxito económico? Entonces, conocer sobre el uso del lenguaje por supuesto que te interesa. ¿Quieres tener éxito en cualquier aspecto de tu vida ya sea personal o laboral? Entonces, conocer sobre el uso del lenguaje evidentemente te interesa.
Incluso cuando nos proponemos el objetivo de perder peso tenemos que tener en cuenta el lenguaje que utilizamos mientras estamos trabajando en ello, ¿Cómo te has hablado hasta el día de hoy? ¿Cómo te sigues hablando? ¿Qué pasaría si cambias tu vocabulario y la forma de expresar lo que quieres y lo que haces?
No hablamos solamente del típico “No puedo”, enfocarnos solamente en esa frase tóxica nos limita hasta el infinito y más allá. Podríamos extender nuestra auto evaluación a frases bloqueantes como:
“Tengo que hacer deporte”.
“No soy lo suficientemente buena para ese puesto de trabajo que ofrecen”.
“Siempre he sido torpe”.
“En mi familia nadie ha hecho nada parecido, no tengo razones para pensar que puedo ser el primero en lograrlo”.
“Es que me cuesta trabajo enterarme de lo que leo cuando estudio y voy más lento”.
“Es que se me da mal pintar/bailar/cantar/escribir…” (pon aquí aquello con lo que te sientas más identificado o identificada).
“Es que hay una crisis tremenda y todos en mi entorno están como yo… fatal”.
“Es que por más que lo intento, no encuentro el tiempo”.
“Es que eso solo lo consiguen los que tienen un `padrino´, la gente humilde no podemos acceder a esos privilegios”.
“Etc”…
¿Cómo te hablas? Ya no solo eso, ¿Cómo hablas a los demás cuando hablas de ti o de cosas que tengan que ver contigo o con tus propósitos y tus sueños?
A continuación vamos a ver cómo nutrirnos con lenguaje de éxito…
Niño gritando frente a un micrófono.
Fuente: Unsplash
Los egipcios ya hablaban de ello, ¡Ya lo sabían! Y lo utilizaban a su favor. De hecho, lo dejaron por escrito para la posteridad y para fortuna de nosotros que podemos acceder a ello. Hoy día gracias a ellos, a muchos más que vinieron detrás a divulgarlo y a estudios en neurociencia sobre el poder del lenguaje en nuestra mente, sabemos que su influencia en nuestras vidas es ilimitado.
Los egipcios creían con fe que la palabra tenía un poder realmente mágico. Por ello, los antiguos sacerdotes de aquella apasionante civilización la usaban de manera estratégica y a su favor para no pedir, sino exigir a los dioses lo que querían recibir. Así, ¡Como suena! No suplicaban, sino que decían aquello que según ellos debía de ser por derecho propio, ya que su creencia se basaba en que cuando pides, si lo haces de la manera correcta, estás pidiendo algo que ya es tuyo por derecho, por lo tanto ha de ser expresado y ejecutado como tal. También lo hacían los faraones y así lograban que toda persona que le rodeara cumpliera lo que él decía. No era solo el poder que tenía como faraón, sino el poder de su palabra. El propio faraón en los “Textos de las pirámides” dejó por escrito “Yo soy la Gran Palabra” para dar vida a todo lo que pudiera desear.
Del mismo modo, esa misma magia hacía, según los egipcios, que una persona continuara viva después de su muerte mientras su nombre continuara siendo pronunciado por los que quedaban.
“Construí esta tumba en esta necrópolis, junto a los grandes espíritus que aquí están,
para que se pronuncie el nombre de mi padre y el de mi hermano mayor.
Un hombre es revivido cuando su nombres es pronunciado…”
-Inscripción en la tumba de Petorisis. Sumo sacerdote de Thot en Hermópolis.-
Texto extraído del libro “La magia de la palabra en Egipto”
de Ildefonso Robledo Casanova.
Según los habitantes del antiguo Egipto, cuando el Creador quiso crear el mundo y todo el universo, utilizó el verbo, la magia de la palabra, porque según ellos y tal y como lo usaban en su día a día, la magia del verbo permitía materializar todo lo que deseaban.
Por otra parte y viniendo a nuestra época actual, podemos tener conocimientos de grandes expertos como el el Dr. Mario Alonso Puig, en el que nos hemos basado para la frase de esta semana, el cuál dice que cuando le llega un enfermo a su consulta con un diagnóstico de alguna enfermedad grave como puede ser un cáncer, una de las primeras cosas que le dice es “Desde este momento no tenemos un problema, tenemos un reto”. ¿Qué podemos percibir de una poderosa frase como esta? Lo que primeramente transmite con este mensaje al paciente es que no está solo, que el trabajo a partir de ese preciso momento es un trabajo en equipo y que además, si lo miramos desde la perspectiva de un reto, todo comienza a cambiar y las posibilidades de cura son mayores.
Las palabras al fin y al cabo crean emociones y las emociones para bien o para mal, generan una perspectiva de las situaciones y circunstancias y a su vez, esa perspectiva de las circunstancias nos hacen tomar decisiones y esas decisiones generan resultados. Por lo tanto, los resultados dependerán en gran parte de esas emociones que hayamos tenido al principio, justo cuando creamos esas palabras, porque según ella actuaremos de un modo u otro. Ya lo afirma Daniel Goleman, el mayor experto en el estudio de la inteligencia emocional, las emociones son las que nos hacen tomar las decisiones al final de todo. Entonces, se puede entender de una manera más clara la importancia de evaluar el cómo hablamos y cómo podría mejorar nuestra vida si cambiamos nuestras palabras.
Para comprobar esto último que hemos comentado, te voy a proponer que te tomes el atrevimiento de hacer algo para ver cómo reacciona la gente. Intenta hacer lo siguiente:
Elige una palabra tal como “alegría”, “coraje”, “esperanza”, “quiero”, “merezco”, “deseo”, “me gusta” o cualquier otra palabra o breve frase que se te ocurra y que consideres bonita o que pueda producir emociones positivas. Cuando ya tengas la palabra, envíala a los grupos y contactos de wassap con los que tengas confianza y aprecies, para ver sus reacciones. Deja que pase la mañana, tarde o día y queda a la espera de ver las diferentes reacciones de esas personas en sus respuestas. Evidentemente creará desconcierto en todas ellas, sin embargo, las respuestas podrían sorprenderte porque tendrán en común el reflejo de una emoción agradable. Haz este ejercicio de vez en cuando cambiando la palabra y disfruta del hecho de poder contagiar a otras personas con emociones agradables.
Expresiones como “Cuando logre…” o “Cuando esté en…” son como cuando un mago dice “Abracadabra” ¡Y no estoy exagerando para nada! Cuando usamos palabras, frases y expresiones similares, que nos hagan sentir que algo va a suceder de manera inminente, nuestro cerebro de manera automática siente que eso es real, que ya estamos en camino y que nos encontramos cerca. Por lo tanto, desde ese preciso momento nuestro cerebro comenzará a comportarse y a enviar mensajes al resto del cuerpo y a sí mismo, para que eso que hemos dicho se haga realidad. Los mensajes que comenzará a enviarse a sí mismo por ejemplo serán pensamientos similares y del mismo nivel que los pensamientos que nos llevó a generar esa frase anterior.
Por ejemplo:
Si deseamos obtener un puesto de trabajo superior al que hemos tenido hasta ahora podemos afirmar “Cuando logre ese puesto” o “Cuando esté en ese trabajo”. En ese momento, haremos que nuestro cerebro comience a buscar otros pensamientos que nos lleven a pensar siempre en lo mismo, pero no solo eso, además, estaremos induciendo al cerebro a que empiece a obsesionarse y todos sabemos lo que pasa cuando nos obsesionamos con algo, ¿Qué pasa? Que comenzamos a buscar respuestas a todas nuestras dudas, preguntas y demás y comenzamos de ese modo en buscar un camino, una solución a un problema, una opción de varias, etc… y todo ello nos llevará a actuar de forma imparable hacia aquello que queremos lograr. Ya sea de manera consciente o inconsciente, no estamos preguntando a nosotros mismos ¿Qué es lo que tengo que hacer para estar en ese lugar o en esa circunstancia? Y de repente toda la maquinaria de nuestro cerebro se pondrá en marcha, haciendo uso de la creatividad, la inspiración y la resolución de problemas.
Como afirmaba el maestro y Doctor en psicología Wayne W. Dyer cuando hablaba sobre el poder de la intención…
“La palabra intención normalmente cuando la usamos, tiene la connotación de que nadie se interpondrá en nuestro camino. Tengo la intención de que algo ocurra, haré que salga bien contra viento y marea. Da igual la oposición que encuentre, tengo la intención de hacerlo. Es como cuando un pitbull se aferra una rueda. ¿Lo han visto alguna vez? No la suelta por nada. Adoptaré la actitud del pitbull para conseguir lo que quiero. Eso es la intención”.
Entonces, ¿Cómo puedo cambiar mi lenguaje para comenzar a crear resultados nuevos en mi vida? ¡Vamos a verlo a continuación con un tip práctico!
Persona entrenando subiendo escaleras.
Fuente: Unsplash
TIP:
Y como es habitual, aquí te dejo un tip práctico para que puedas comenzar a hacer uso de un nuevo lenguaje y puedas tomar el nuevo hábito que te ayudará a crear una nueva realidad.
Diario personal
Te animo a que comiences un diario personal. No te llevará mucho tiempo y será muy breve.
En ese diario y para que te resulte sencillo al menos para comenzar el hábito (más adelante puedes invertir más tiempo en él si así lo deseas), puedes dividir cada hoja en dos partes. Cada una de las hojas representará una jornada.
A partir de ese momento, cada mañana podrás invertir 5 minutos a escribir de manera breve qué esperas del día que tienes por delante. En ese breve espacio podrás escribir cómo quieres que sea tu día, de manera que te resulte realista haberlo logrado al final del día. Han de ser cosas que puedas dominar tú, cosas que estén en tu mano, cosas sencillas.
Aquí viene lo interesante de este ejercicio. Para escribir ese diario será necesario que utilices palabras nuevas que normalmente no utilices, palabras que te generen bienestar emocional, motivación, que te impulsen. De esta manera estarás comenzando a crear un nuevo lenguaje más potente, un nuevo lenguaje que generará resultados diferentes a los que habías tenido hasta hoy.
A parte de eso, cuando escribas lo que quieres que ocurra, será necesario que utilices expresiones tales como:
“Cuando acabe el día habré logrado…”
“Cuando vaya a dormir seré más…”
“Me comprometo a hacer…”
“Me comprometo a cambiar… por…”
Es decir, no solo escribir en positivo evitando todas las negaciones que se te vengan a la mente, sino también afirmando de manera rotunda. Para ello se deberá de evitar los “Intentaré…”, “Procuraré…” o “Espero que…”. Estas expresiones son palabras “trampa” que te bloquearán, tenlo por seguro. La clave está en tomar el comportamiento de los antiguos egipcios: no pidas, exige lo que es tuyo por derecho y ¡Haz que al final del día haya ocurrido!
Ahora viene la segunda parte del diario.
Esa segunda fase la haremos al final del día y consistirá en hacer un breve resumen de cómo nos ha ido el día. Escribiremos lo que hemos logrado y cómo nos sentimos al respecto. No nos vamos a enfocar demasiado en si algo no ha salido bien o no se ha logrado, se puede expresar de paso indicando que lo haremos al día siguiente, evitaremos pararnos en emociones negativas que puedan generar la creencia de que si no se ha logrado, ha sido un fracaso.
Vamos a realizar este ejercicio a diario y cuando hayamos logrado sobrepasar la barrera de los primeros 21 días, ya habremos creado un nuevo hábito e incluso comenzaremos a notar que cuando hablamos, hablamos diferente y los resultados por lo tanto, comenzarán a ser diferentes.
Habrás logrado tomar el control y actuar para que las cosas ocurran, pero además, comenzarás a ver que comienzan a pasar cosas sin que tengas seguro cómo están pasando, no es magia, es que estás empezando a exigir lo que es tuyo por derecho y por lo tanto como dijo Marcel Proust: “Aunque nada cambie, si yo cambio todo cambia”.
Notarás un cambio radical cuando pase el tiempo y con ello, tu vida comenzará a cambiar. ¡Te lo aseguro!
No importa cuál haya sido tu historia hasta ahora, lo que importa es dónde quieres estar y qué es lo que vas a hacer para estar ahí. Pero antes de nada, el primer paso es cambiar tu lenguaje para comenzar a crear lo que verdaderamente quieres.
¿Qué palabras y afirmaciones vas a comenzar a utilizar a partir de ahora?
Eva María Arrabal Martín
BIBLIOGRAFÍA:
Castellanos, L., Yoldi, D., Hidalgo, J. L. (2016). “La ciencia del lenguaje positivo”. Editorial Paidós contextos.
Robledo Casanova, I., (2006). “La magia de la palabra en Egipto”, Bibliteca virtual universal, Asociación Andaluza de egiptología.
Recordemos la #FraseDeLaSemana de este pasado lunes: “No me gustan las etiquetas, te limitan y yo no quiero límites” de boca de la gran diva Madonna. Bien pues en coherencia con esa frase vamos a hablar a continuación de etiquetas, timidez y de los peligros de la auto condena a la que ellas nos llevan cuando nos describimos de esa manera.
¿Te consideras una persona tímida? o ¿A veces sientes timidez? Esta es una pregunta clave porque no es lo mismo hacerla de una manera o hacerla de otra.
La primera manera de hacerlo te está inculcando a que te etiquetes de una manera, con una característica, con la primera pregunta se está diciendo si eres o no eres tímid@. De la segunda manera se está dejando ver que la timidez no es una característica tuya propia, sino que en ciertas circunstancias te sientes de una manera, sientes una serie de emociones que son pasajeras porque sabemos que cuando pase esa circunstancia, ya no serás tímid@ sino que volverás a un estado anterior a esas emociones sentidas en esas circunstancias concretas.
¿Notas la diferencia?
Entonces, si vuelvo a preguntarte:
¿Te consideras una persona tímida?
¿A veces sientes timidez?
¿Con cuál de las dos preguntas sientes más comodidad para responder? O ¿Con cuál de las dos preguntas se sientes más identificado o identificada?
A continuación vamos a ver por qué es un inconveniente hacernos la primera pregunta y no la segunda.
Persona poniendo las manos ante su cara para no ser fotografiada.
Fuente: Unsplash.com
Es necesario tomar conciencia sobre el hecho de que la timidez no es una característica de la personalidad como sí lo es la introversión y existen diversas diferencias entre un concepto y otro, aunque sean tremendamente similares. Hablaremos las diferencias entre los dos conceptos de otro en un post futuro.
Las personas no son tímidas, sino que en ciertas circunstancias sienten una serie de emociones etiquetadas como timidez, o mejor dicho, no eres una persona tímida, sino que a veces, sientes timidez. Otra cosa es que cada persona sienta esa timidez con más elevados niveles de intensidad o más a menudo que otras.
Es cierto que solemos decir “Es que soy tímido”, sin embargo si nos paramos a pensarlo detenidamente, en el momento en el que afirmamos cualquier cosa después del “YO SOY” estamos creando algo en nosotros que será permanente en el tiempo hasta que tomemos la decisión de dejar de serlo y esa decisión es solo nuestra, de nadie más.
No es lo mismo si digo “Yo soy bajita”, a si digo “Yo soy tímida” porque si soy bajita y es algo que no puedo cambiar, seguiré siendo bajita hasta el día de mi muerte, aunque también dependerá de cuál es la estatura media del lugar en el que vivo, que es lo que me hará más o menos bajita con respecto al resto de habitantes. Sin embargo, si digo que soy tímida estoy condenándome a ser tímida para siempre, a no ser que caiga en la cuenta de que la timidez es algo que puede trabajarse, superarse o mejorarse en gran medida como para hacer grandes cambios en mí y en mis resultados. Esta es una de las diferencias entre la timidez y el concepto de introversión. Mientras la introversión no se supera porque no es un estado que pueda ser pasajero, sino una característica o rasgo de la personalidad que irá siempre con nosotros como el hecho de ser rubio o moreno, la timidez sí puede superarse o mejorarse como para convertirnos en el tipo de personas que realmente nos llene ser.
Pero, ¿Es posible superar la timidez? La respuesta es un rotundo “SÍ”, pero antes debemos hacernos de manera personal ¿Qué es para mí “superar” la timidez? Y podrás llegar a tu propia respuesta personal después de recomendarte que leas el post en el que hablo sobre ello «¿Es posible superar la timidez?».
Así a continuación vamos a hablar sobre el efecto de las etiquetas en nosotros.
Archivo con cajones etiquetados.
Fuente: Unsplash.com
Para entender el efecto de las etiquetas podríamos hablar de experimentos que han demostrado el poder de las palabras a la hora de crear creencias en las personas, como por ejemplo el conocido “Efecto Pigmalión”. El efecto Pigmalión está enfocado en el poder de la palabra a las personas de nuestro entorno, sin embargo también nos puede hacer entender el poder de las palabras que usamos en nuestro propio lenguaje interior.
El efecto Pigmalión nos dice y nos demuestra que si repetimos continuamente a un niño mientras crece que es tonto, ese niño crecerá efectivamente creyendo que es tonto, obtendrá resultados en sus exámenes que le hagan sentir que no es suficientemente inteligente, porque ha de cumplir con aquello que le hemos dicho y muy probablemente cuando sea adulto, fracasará en todo o en casi todo lo que se proponga si es que se atreve a proponerse algo, porque creerá que es demasiado tonto como para lograr algo. Finalmente ese niño acabará teniendo una vida mediocre muy por debajo de lo que realmente habría podido crear si se hubiese sentido capaz. Bien, pues cuando nos ponemos etiquetas a nosotros mismos, estamos haciendo exactamente lo mismo que con el efecto Pigmalión, pero los responsables somos nosotros, no nadie de fuera. Es más, lo que nos digamos nosotros mismos siempre tendrá mucha más fuerza que cualquier cosa que nos pueda decir cualquier otra persona, porque lo que nos decimos nosotros será nuestra verdad absoluta. Si nos lo decimos nosotros, es que nuestro cerebro ya lo cree ciegamente.
Si no paramos de repetirnos a nosotros mismos y al resto de personas que nos rodean que “Somos tímid@s”, estamos creando una creencia muy difícil de eliminar si continuamos con ese lenguaje y esa creencia está creando nuestra realidad de manera continua.
Pero la buena noticia es que eso se puede revertir. Podemos revertir nuestras creencia y esas creencias se cambian cambiando nuestro lenguaje. Sabiendo ya esto, el resto será más fácil, solo tenemos que cambiar el modo en el que hablamos empezando por el modo en el que hablamos de nosotros mismos. Cuando hablas de ti misma o de ti mismo, ¿Cómo te describes? Párate a escucharte, puedes tomar una hoja y un bolígrafo y escribir como si te estuvieras presentando a alguien que acabas de conocer ¿Qué palabras utilizas? Cuando lo tengas escrito, léelo para ti, imagina que estás leyendo la presentación de otra persona y pregúntate ¿Me agrada esta persona? Párate a pensar por un momento si lo que dice esa persona de sí misma es amable, agradable o positivo. Si lo que cuenta de ella es atractivo a los oídos. Esto te dirá mucho sobre cómo te pueden estar percibiendo los demás cuando hablas de ti, cuando te describes.
Así que en el caso de que hayas descubierto que no hablas muy bien de ti mismo, a continuación vamos a ver un tip práctico que nos ayudará a comenzar a cambiar nuestra forma de hablar de nosotros, de describirnos y por lo tanto, de mostrarnos a los demás. Porque la manera en la que nos mostremos a los demás, será la etiqueta que dirá lo que “somos”.
TIP
Entonces, ¿Cuál es la manera de dejar de crear una nueva realidad con respecto a la etiqueta que nos hemos puesto? Cambiando nuestro vocabulario tanto cuando hablamos con los demás, como cuando hablamos con nosotros mismos. Por ejemplo, podemos cambiar la frase “Soy tímid@” por “En ciertas circunstancias siento timidez”. En ese momento estamos comenzando a crear otra realidad diferente, ahora estamos diciéndole a nuestro cerebro que no somos de cierta manera, sino que nos sentimos de cierta manera (que no es lo mismo) y que ese sentimiento es pasajero y moldeable si así lo deseamos.
A partir de ahora, en esos momentos el los que sientas esas emociones que reconoces en la timidez y sientes incomodidad como para evitarla o retirarte, puedes indicar “Esta situación me produce timidez” o “Me hace sentir incomodidad”. De esta manera estás indicando cómo te sientes y no lo que “eres”.
Al principio nos costará hacerlo porque tendremos que recordarlo y parar un momento para pensar antes de hablar. Sin embargo, cuando llevemos un tiempo haciéndolo de manera habitual nos habremos acostumbrado y llegará el momento en el que usaremos ese lenguaje de manera automática. Esa será la señal que nos indicará que nuestro cerebro ya comienza a creer de otra manera, ahora nuestro cerebro cree que nos encontramos en un estado pasajero y no que “somos” de cierta manera.
¿Te atreves a comenzar el cambio? ¡Cuéntame cómo te hablas en esas situaciones!
En la línea de la frase de esta semana: “El tiempo que pasaste con tu rosa fue lo que la hizo tan importante (Extraído de “El principito” de Antoine Saint-Exupery), vamos a hablar del tiempo que tenemos para dedicarnos a nosotros mismos.
Hacemos importante aquello en lo que ponemos el foco, pero ¿Enfocamos tiempo en nosotros mismos? ¿Eres importante para ti? Imaginemos que tal y como dice esta maravillosa frase, tú eres la rosa que cuidas. ¿Dedicas tiempo para alimentar esa importancia hacia tu rosa? ¿Cuál sería tu respuesta? Si la respuesta a al menos una de estas preguntas es “No” y eso te frustra no te preocupes. En este post vamos a ver cómo darle solución.
“Aunque me encuentro en casa en estos días, siento que sigo sin tener tiempo para dedicarme, para meditar y practicar la introspección ¿Qué hago? Siento que me ahogo porque por más que las circunstancias me obligan a parar, no sé cómo. Vivo en pareja, tengo hijos, teletrabajo y no sé cómo me las apaño pero acaba el día y sigo sin haber podido encontrar un tiempo para mirar hacia adentro”.
Este párrafo es un resumen perfecto de lo que me dice mucha gente en estos días. “No tengo tiempo” y sentimos que ahora más que nunca deberíamos de tenerlo porque pasamos más tiempo en casa. Sin embargo no es así, el hecho de que los niños no tengan clases presenciales, que después de nuestro horario de trabajo tengamos que ponernos con ellos a hacer las tareas, que a veces tengamos que elegir entre que hagan esas tareas o salir a la calle a que les dé el sol porque no nos da la vida y otras cosas más, hace que al finalizar del día nos demos cuenta de que hemos invertido todo el tiempo en otras cosas que no somos nosotros y que por su puesto, son necesarias, haciéndonos quedar en un segundo o incluso en un tercer plano y eso nos está pasando factura.
Entonces, ¿Cómo hacemos para dedicar tiempo a meditar si no tenemos tiempo? En este post vamos a aprender una técnica extremadamente sencilla y eficaz que nos ayudará a aprovechar ciertos momentos de nuestro día a día sin variar los tiempos que dedicamos a lo esencial, para dedicarlos a nosotros, para darnos esa importancia que merecemos porque al fin y al cabo, si dejamos de dedicarnos tiempo estamos dejando de hacernos importante para dejarnos en una esquina, en el olvido y eso a largo plazo, puede traer consecuencias emocionales nefastas.
Aquí y ahora.
El hecho de ser consciente del momento presente es sin duda todo un arte que requiere de cierto aprendizaje y foco. No es difícil pero necesita de entrenamiento por parte de quien no lo ha hecho nunca, al menos de manera consciente.
Poder estar en el momento presente debería de ser tan importante como el comer o el beber, al fin y al cabo el presente es lo único que tenemos de verdad. El pasado, pasado está y el futuro aún no ha llegado, entonces ¿Qué nos queda? La respuesta es el “ahora”, este momento que tenemos. Sin embargo, nadie nos ha enseñado a tener conciencia sobre ello, porque normalmente nadie de las personas que nos rodea o nos ha educado ha sido igualmente enseñado para ello.
Lo ideal es encontrar el equilibro perfecto para poder elegir vivir el presente aún cuando lo que nos rodea nos mantienen en continua sensación de alerta, por un supuesto peligro que nos puede venir mañana o la semana que viene, que nos mantiene en una continua pre-ocupación (ocuparnos de antemano por un futuro que aún no ha llegado).
Sentir y experimentar el ahora es ver la vida tal y como es verdaderamente ahora, no cómo fue ayer no cómo será mañana. Lograr este ideal es permitir un cambio radical en nuestra forma de experimentar la vida, en nuestra forma de saborear y aceptar lo que es sin más sufrimiento del necesario. Todo lo contrario a esto es rebelarnos frente a lo que quizás no podemos controlar porque se nos va de las manos y de nuestro tiempo. De ahí la necesidad de aprender a gestionar los tiempos que ya tenemos, aunque parezcan ya ocupados.
Vamos a ver a continuación un tip que nos ayudará a llevarlo a la práctica…
«I breathe in, I relax, I breathe out, I let go»
TIP:
El ejercicio consiste sencillamente en parar durante tan solo 10 segundo en los momentos que consideremos oportuno, puede ser en casi cualquier momento en el que aparentemente estemos “ocupados” como por ejemplo cuando estemos limpiando u ordenando la casa, cuando estemos preparándonos el desayuno, tomándonos una ducha, en mitad de un atasco si nos encontramos en el coche, etc. Durante esos 10 segundos nuestro objetivo será simplemente parar, cerrar los ojos y respirar lenta y profundamente, enfocándonos sola y exclusivamente en nuestra respiración.
Cuando hablo de enfocarnos en nuestra respiración me refiero a poner nuestra mente y nuestro foco en la sensación física de sentir el aire entrar por nuestra nariz y recorrer el aire por nuestro cuerpo hasta llegar a nuestros pulmones, para sentir después cómo sube y sale por la boca. Puedes ver cómo realizar este sencillo ejercicio en este post anterior. Este ejercicio ha de hacerse a un ritmo lento para que podamos relajarnos y enfocarnos en el momento presente, en el aquí y el ahora.
¿Qué estamos logrando con este sencillo ejercicio?
Estamos logrando meditar ¡Sí, meditar! Con tan solo 10 segundos hemos hecho que nuestra mente pare y se enfoque en el aquí y el ahora, hemos desechado cualquier pensamiento de nuestra cabeza, la hemos vaciado como si de un recipiente lleno de basura se tratara y la hemos limpiado por un momento.
Pero, ¿Sólo 10 segundos de este ejercicio es efectivo para meditar? ¿No es necesario más tiempo?
¡Claro! 10 segundos es definitivamente infinitamente mejor que nada, pero eso no es todo porque nosotros vamos a ir más allá. No sólo vamos a invertir esos 10 segundos al día, vamos a invertir tantos espacios de 10 segundos como podamos en un solo día. Si podemos 3 veces, está genial, si podemos 6 estará mejor. La cuestión es encontrar esos momentos rutinarios en los que podamos parar tan sólo 10 segundos para respirar y vaciar la mente. Si lo hacemos por ejemplo 6 veces en un día, habremos invertido 1 minuto en total cuando nos vayamos a dormir. Parece poco tiempo, pero ya habremos meditado 1 minuto al día y al cabo de un tiempo notaremos que nos encontramos más relajados y mejor emocionalmente. Además, habremos comenzado a entrenar a nuestra mente para tomar el control sobre nuestros propios pensamientos, ese poco tiempo invertido a diario nos servirá para comenzar una primera toma de contacto con ese entrenamiento, experimentaremos lo que se siente al vaciar la mente y tener el control y pasado un tiempo notaremos que seremos capaces de aumentar ese tiempo. En un futuro cercano, esa capacidad para controlar nuestra mente nos dará el poder de elegir lo que entra y lo que no en ella y eso, nos hará crecer y fortalecernos emocionalmente. Habiendo comenzado con este ejercicio a diario, nuestra propia mente nos ayudará a encontrar las formas de seguir haciéndolo y aumentando los tiempos. Cuando sentimos el bienestar, buscamos tener más y lo mejor de todo es que lo encontramos. ¡Así de sencillo!
¿Te animas a poner el foco en ti? ¡Cuéntame aquí abajo!
Ya vimos este pasado lunes la frase de la semana: «La aceptación de lo que ha sucedido, es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia» (William James, filósofo y psicólogo estadounidense). ¿Qué te inspira esta frase con respecto a la situación de alerta que estamos viviendo? ¿Te parece realista aceptar esta situación como modo de encontrar cierta paz hasta que llegue el momento de volver a salir?
Vamos a conocer en este post sobre la importancia de la aceptación como acto positivo para nuestro bienestar emocional.
En estos días hay muchas personas especialmente preocupadas por su estado emocional debido a la cuarentena. Hay gente que siente que les cuesta controlar la alimentación y se sienten mal porque están ganando peso, o porque han perdido apetito y están perdiéndolo. También hay gente que está preocupada porque les cuesta dormir, o tienen pesadillas, o las dos cosas juntas. Hay otras personas que sienten que están irritables y les resulta fácil tener conflictos con sus parejas y/o hijos. Hay quien siente que les falta el aire, se sienten tristes un día y eufóricos al siguiente, o quien se siente triste de manera constante. Hay quien siente que les cuesta encontrar la motivación para estar activos tal y como están otras personas a las que observan desde fuera, desean hacer ejercicio pero su situación emocional se lo impide, o quieren invertir tiempo en estudiar algún curso que deseaban hacer antes, precisamente cuando no tenían tiempo, pero les cuesta tener disciplina de estudio. Todo esto y muchas otras cosas que me están llegando de clientes son muy comunes, teniendo en cuenta que estamos pasando por una situación realmente excepcional de miedos e incertidumbres, que además compartimos con el resto de la sociedad. Pero, ocurre que no queremos sentir todo esto, nos hace sentir mal y no nos gusta. Intentamos hacer todo lo posible para no sentirlo, para cambiar estas emociones y nos sentimos frustrados al ver que no sabemos hacerlo o que lo intentamos, pero solo logramos parches. No es suficiente con frases positivas y palabras edulcoradas. Entonces, ¿La actitud positiva es un fracaso? ¿No nos sirve en estos momentos? No es que la actitud positiva sea un fracaso ni que no sirva, es simplemente que los pensamientos positivos han de ir acompañados con acciones alineadas que sintamos como realistas para nosotros de manera indivisual y además, que en tiempos excepcionales también debemos de permitirnos ciertos lujos, como aceptarnos a nosotros y nuestras emociones, aceptar que necesitamos unos márgenes durante un tiempo y que debemos de ser compasivos con nosotros mismos.
La aceptación también es una actitud y una acción positiva y constructiva.
Todo esto y evidentemente una actitud positiva acompañada de acciones de auto cuidado, nos ayudará a llevarlo mejor dentro de unas circunstancias que no nos permitirá estar bien siempre. Pero no sólo a ti ni a mí, sino a la mayoría de las personas del resto del mundo. Permítete sentirte mal en algunos momentos, recargar fuerzas y volverte a levantar con ganas de ocupar tu tiempo de cuarentena de forma constructiva.
Vamos a ver en este post cómo hacerlo.
Rebelarnos contra lo que sentimos porque no es agradable en este momento solo nos lleva a quedarnos estancados en el lugar emocional en el que estamos y que sin embargo no deseamos. Por otro lado, aceptar la situación no hace que desaparezca de forma garantizada, pero sí es el primer gran paso hacia la solución o al menos, hacia la paz que nos hará fluir. Pero, si no soluciona el problema ¿Para qué quiero aceptar? Buena pregunta. Aceptar no diluye el problema en muchos casos, pero ¿Cómo prefieres vivir esta situación de cuarentena? ¿Rebelándote y sintiéndote mal hasta desembocar en ansiedad y malestar generalizado? ¿O prefieres vivirla con la suficiente calma como para saber que todo pasará? Tengamos en cuenta que vivir rebelándonos contra algo que no deseamos y no podemos cambiar por ahora, solo nos hará sentir como si el reloj se parara y eso es algo que todo el mundo hemos sentido en algún momento de nuestra vida. Sabemos lo desagradable que es, así que podemos comprenderlo. Ese momento en el que el sentimiento de que el tiempo no corre nos ha generado tal angustia, que hemos incluso sufrido más que si simplemente hubiésemos aceptado que debemos esperar.
El acto de aceptar nos puede hacer sentir que nos liberamos de cierta carga de la que llevamos en la mochila de nuestra espalda. Nos liberará de cierto peso y nos ayudará a recargar para poder continuar.
Pero, ¿Cómo se acepta? ¿Cómo podemos aceptar que nos encontramos en una situación que ya de por sí nos genera angustia y malestar emocional? ¿Y además sabemos que aún debemos de esperar más?
Exigirnos estar al 100% en tiempos como éste, es como exigirle a una mujer que acaba de tener un bebé que ha de estar al 100% aún estando agotada y dolorida. Ella hará lo que pueda en el tiempo que pueda enfocada en su bebé más que en ella misma, pero además, necesitará ayuda extra. Pues nosotros ahora mismo haremos lo que podamos en el tiempo que podamos y además, necesitaremos recargarnos y fortalecernos emocionalmente de los miedos e incertidumbres que nos causa esta situación.
Veamos a continuación un tip práctico…
TIP:
¿Cómo me siento en este preciso momento?
Este ejercicio es una meditación muy sencilla que podemos realizar en cualquier momento. Consiste en localizar y observar el sentimiento que traducimos como negativo en cada momento, imaginar que lo hacemos físico y medible, para a partir de ahí interactuar con él y crear la aceptación.
Vamos a realizar los siguientes pasos:
Buscamos un lugar tranquilo y silencioso en el que podamos estar cómodos/as.
Vamos a relajarnos, evitando tumbarnos para evitar quedarnos dormidos. Hacemos 3 respiraciones lentas y profundas mientras vamos observando que cada músculo de nuestro cuerpo se relaja con nosotros/as.
Ahora, vamos a enfocarnos en lo que estamos sintiendo justo en este momento. Podemos ayudarnos haciéndonos preguntas como: “¿Qué siento ahora mismo?” “¿En qué parte de mi cuerpo lo estoy sintiendo?” “¿Quizás en el pecho?” “¿En la barriga?” “¿En la cabeza?” “Si pudiera evaluarlo entre el 1 y el 10, ¿Con qué intensidad lo estoy sintiendo?”
Cuando ya hemos localizado ese sentimiento y el lugar en el que lo sentimos, vamos a observarlo con detenimiento, tal y como si saliéramos de nosotros mismos y miráramos desde fuera. Vamos a observar igualmente el lugar y la intensidad con la que sentimos esa sensación e imaginamos cómo sería si fuese de algún material. Podemos imaginar por ejemplo que es de piedra, de papel, de plástico, de hierro, de cartón, etc. Lo primero que me ocurra o aquello con lo que pueda identificarlo mejor. En este momento vamos a ser todo lo creativos que podamos y queramos para sentir que ese sentimiento es algo físico que podemos medir.
Cuando ya tenemos una textura o material concreto para ese sentimiento, imaginamos que tiene un color, una forma y un tamaño. Podemos imaginar también si ese sentimiento ahora visto como un objeto, pesa o no y cuánto pesa.
Cuando ya podamos observar el sentimiento como su fuese un objeto, vamos a imaginar que lo sacamos despacio de nuestro cuerpo. Con este acto imaginario estamos haciendo que nos resulte más sencillo tomar el control y poder tomar acción sobre ello.
Cuando imaginamos que lo sacamos de nuestro cuerpo, vamos a imaginar que lo colocamos frente a nuestra vista, cara a cara con nosotros, cerca incluso de nosotros para que lo podamos tocar si así lo deseamos.
Observándolo delante de nosotros, vamos a imaginar que una pequeña luz de color azul nace desde dentro de ese objeto creciendo poco a poco haciéndose más grande incluso que ese sentimiento.
Cuando veamos que ese sentimiento con esa textura, forma, color y peso está totalmente envuelta en esa luz azul, podemos tocarlo si queremos o imaginar que lo abrazamos si así lo sentimos mientras encontramos una emoción de conciliación, de aceptación, de entender el por qué ese sentimiento está ahí.
La clave de este ejercicio es comprender que ese sentimiento está ahí para algo y que ese algo puede ser algo constructivo. No sentimos miedo por o para nada, no sentimos incertidumbre por o para nada. Todo tiene un para qué y todo lo que sentimos es por o para algo. Normalmente en situaciones como esta que estamos pasando ahora, ese sentimiento tiene una misión de autoprotección o de generar un estado de alerta para cuidarnos. Por lo tanto si no podemos eliminarlo, podemos conciliarnos con él. De este modo estaremos comenzando a aceptar y a crear un vínculo constructivo. Es como si decidiéramos tomar ese sentimiento de la mano y caminar juntos, porque ya comprendemos que está ahí para hacernos un bien. En ese momento comenzamos a sentirnos mejor con ese sentimiento, podremos sentir más calma, comprensión y autocompasión. Porque en momentos como este la autocompasión puede ayudarnos precisamente a avanzar y llevar mejor la espera.
Comprender que no eres mejor ni peor que nadie por estar sintiendo eso, te da la calma necesaria para recargar y continuar.
Al principio puede resultar complicado sentir los últimos pasos del ejercicio. Es normal, no pasa absolutamente nada. Con una práctica habitual podremos conseguir crear y alimentar un sentimiento cada vez más positivo de aceptación, que nos ayudará a reducir el sentimiento que estamos traduciendo como negativo y así poder avanzar en nuestro propio crecimiento personal.
Sin aceptación no es posible avanzar.
Con todo esto llegamos a una necesaria conclusión que deseo que sepas:
¿Qué es lo normal?
Si ganas peso en estos días no te preocupes en exceso, es normal.
Si pierdes peso en estos días, también es normal.
Si te cuesta trabajo dormir, es normal.
Si tienes pesadillas, es normal.
Si te sientes triste durante más tiempo de lo común, también es normal.
Si después de un día triste te levantas eufórico/a y con proyectos en mente para ocupar tu tiempo, también es normal.
Si sientes ganas de llorar, es normal. ¡Permítetelo y desahógate!
Querer informarte a diario sobre cómo evoluciona el estado de alerta y qué medidas nuevas hay que tomar.
Llévate la idea de que todas estas emociones o cambios que estás notando en ti son comunes, acéptalos como parte de ti de forma pasajera. Porque esto también pasará.
¿Qué NO es lo normal?
Dejarte llevar por completo por estos sentimientos, haciendo que se queden estancados y no pases de ahí.
No hacer absolutamente nada por y para ti al respecto.
No llorar aunque sientas que tienes un nudo en la garganta, por no preocupar a nadie o por no venirte más abajo. Llorar cuando sientas que lo necesitas precisamente te liberará.
Esconder tus sentimientos a la o las personas con las que convives.
Esconder tus sentimientos para ti mismo/a con frases positivas que en este momento no te resultan realistas. Si no es realista para ti ahora mismo, no las uses. Simplemente encárgate de tus sentimientos en este momento y luego cuando hayas recargado, usa las frases positivas y motivadoras que verdaderamente te resuenen.
Saturarte con exceso de información sobre la situación actual, que ya supera lo que realmente necesitas para tomar las medidas necesarias para cuidarte al respecto. Está bien mantenerte informado/a sobre ello, lo que necesites para saber qué pasos dar en el nuevo día en el que te levantas, pero evita recibir información que ya no te aportará nada nuevo y que solo te aportará más angustia y miedos.
Quédate también con la idea de que mientras estés haciendo todo lo que puedas por y para ti para tu propio auto cuidado, es bueno permitirte algunos márgenes de vez en cuando.
¿Cómo puedo auto cuidarme para sentirme mejor?
En los posts que podrás ver que estoy colgando en estas semanas aquí puedes ver diferentes técnicas y herramientas como la práctica de la introspección, la meditación, la aceptación y otros, que te ayudarán a enfocarte en ti y en tu bienestar para evitar que estos sentimientos que te preocupan ahora, vayan a más y tomen el control de tu vida.
…y créeme, todas esas personas que ves en las redes que aparentemente se encuentran siempre bien y de buen humor, también tienen en estos días sus momentos bajos, pero no van a colgarlo en las redes.
Sigamos con la temática de esta semana, con otro tip para llevar la cuarentena. Recordemos la frase de la semana publicada el pasado lunes en donde comenzamos a hablar de ello: «Practiquen la meditación. Es algo fundamental. Una vez que se la disfruta, ya no se la puede abandonar y los beneficios son inmediatos». (Dalai Lama).
La práctica de la meditación forma parte también del ejercicio de introspección del que estoy hablando en estos días. La introspección tiene muchas maneras y muchos caminos. La meditación es una de ellas y además, uno de los caminos más conocidos, aunque no el único puesto que el mundo introspectivo es tan enorme, que podría compararse al universo de la vida basada en lo externo o incluso más, porque la profundización del mundo interno puede incluso aumentar el mundo externo a su vez.
Como ya he hablado en posts anteriores, cuando tomamos como hábito la vida introspectiva se nos hace más llevadera la circunstancia de sentirnos privados de libertad o la sensación de alerta y miedo permanente. El mirar hacia adentro y buscar en nuestro interior, nos hace aumentar nuestra zona de confort y nos ayuda a descubrir posibilidades que no se ven cuando nos limitamos a enfocarnos solo en lo externo.
Un hábito que podemos utilizar para observarnos internamente de una manera más profunda es el de la meditación. Éste es para mí y para muchísimas personas que lo realizamos, una actividad tan necesaria para el bienestar como el de hacer ejercicio físico o el de comer saludable. No es un ejercicio que necesitemos hacer para la supervivencia de manera literal como el acto de beber agua o el de alimentarnos, pero sí es un ejercicio que mejora de una manera notable nuestra calidad de vida tanto física como mental y que nos ayuda especialmente en momentos difíciles como este que estamos pasando actualmente. Sin embargo, aún hay muchísimo desconocimientos sobre todo lo que podemos lograr con un buen hábito de meditación diaria. Mientras hay muchas personas que piensan que el meditar les puede servir solamente para estar más relajados, hay otras muchas personas que logran muchos avances y mejoras en situaciones que tienen de manera personal, haciendo incluso que con el tiempo las personas que les rodean vean esas diferencias en ellos. Meditar de manera habitual en tu día a día puede hacer cambios de 180 grados en ti, en tu forma de entender la vida y en tus circunstancias, porque como ya dice la famosa frase de Marcel Proust “Aunque nada cambie, si yo cambio todo cambia”.
Así que vamos a conocer a continuación cuáles son algunos de los beneficios más conocidos y demostrados de la meditación, para saber hasta dónde podemos llegar con ella.
La meditación como hábito diario…
Entrena la mente para estar en el momento presente.
Reduce y elimina la ansiedad y relaja la tensión muscular aportando calma.
Permite controlar los estados de pánico hasta eliminarlos.
Permite tomar el control sobre nuestros propios pensamientos.
Ayuda a reconocer las emociones y gestionarlas.
Se crea más volumen de materia gris en el cerebro, lo que aumenta las capacidades mentales.
Reduce las molestias y dolencias ocasionadas por el estrés y la ansiedad.
Ayuda a entrenar a la mente para la paciencia.
Ayuda a dormir mejor.
Ayuda a reducir la presión sanguínea.
Nos permite tener consciencia sobre nosotros mismos.
Nos permite también tener consciencia sobre lo que nos ocurre o experimentamos y agudiza la percepción sensorial, por lo que nos ayuda a sentir con mayor intensidad aquello que nos hace felices y aprovechar esos momentos sin pensar tanto en el pasado, ni en el futuro. Simplemente nos ayuda a vivir el momento.
Mejora la capacidad de memoria y la concentración.
Mejora el estado de ánimo.
Fortalece el sistema inmunológico, mejorando la salud en general y ayudando a evitar otras dolencias o enfermedades.
Se activa o aumenta la actividad de algunas zonas del cerebro asociadas con sentimientos y habilidades sociales tan necesarias como la empatía o la compasión.
Aumenta la creatividad.
Reduce los riesgos de padecer enfermedades del corazón.
Te ayuda a ser más feliz.
Mejora las relaciones.
Mejora el funcionamiento digestivo.
Y además, crea adicción a seguir meditando…
¿Qué sientes cuando lo lees? ¿A que son muchísimas ventajas? Pues imagínate todo lo que te puede aportar en momentos como los que estamos viviendo actualmente, en los que podemos sentirnos enormemente abrumados por una situación de alerta social tan grande. Meditar en tiempos como el actual, puede ayudar a crear un cambio interno radical hasta sentir que somos otras personas diferentes cuando todo esto pase.
Vamos a conocer a continuación un método de meditación de los más sencillos basado en el Mindfulness, para que podamos llevarlo a la práctica y continuar con el hábito de la introspección con conciencia del que estamos hablando en estas semanas.
TIP:
Esta meditación que vamos a ver es muy, muy sencilla, puede durar todo el tiempo que deseemos o necesitemos y puede necesitar pocos minutos al día. Pero antes de comenzar tengamos en cuenta que si meditamos tan sólo 5 minutos al día ya es saludable, si meditamos 10 minutos al día nos sentiremos aún mejor, pero si meditamos 15 o 20 minutos al día notaremos un cambio aún más grande. Ya somos nosotros los que elegimos qué cambio y mejoría nos queremos permitir y cómo deseamos vernos y sentirnos cuando todo esto pase.
Existen diversas formas de meditar y diversos estilos. El fin de todas esas formas es el mismo, vaciar y despejar la mente durante un momento del día para poder recuperar el poder de nuestros pensamientos y poder así elegir como deseamos sentirnos. Tengamos en cuenta que cómo nos sentimos, tiene siempre el origen en un pensamiento o una idea previa. Así que tomando el control sobre lo que pensamos, tomamos el control sobre cómo nos sentimos.
Si nunca hemos meditado anteriormente, o no lo hemos probado pero no hemos tenido el hábito, podemos comenzar con una meditación muy fácil, proveniente del “Mindfulness”, denominada también como atención plena o conciencia plena. El Mindfulness proviene de la filosofía budista. Este tip consiste en la realización de relajaciones en las que vamos a concentrarnos exclusivamente en nuestra propia respiración, en cómo entra y sale el aire por nuestra nariz hacia nuestros pulmones.
¿Estáis prepardos? Vamos a comenzar con el ejercicio llevando a cabo los siguientes pasos:
Siéntate en un lugar cómodo.
Si lo deseas, acompáñate de una música relajante o bien puedes estar simplemente en silencio.
Cierra los ojos.
Ve relajándote poco a poco desde la primera respiración y durante todo el ejercicio, hasta que te encuentres completamente relajado/a. Observando cada parte de tu cuerpo para tener la seguridad de que no hay tensión en ninguna parte.
Respira lenta y profundamente, llenando completamente tus pulmones para luego soltar todo el aire también lentamente.
Coge aire por la nariz y suéltalo por la boca suavemente.
La clave indispensable de este ejercicio consiste en poner a partir de este momento, todo tu enfoque mental en la respiración. A partir de aquí simplemente siente y observa mentalmente como entra el aire por tu nariz, siente como recorre tu pecho hasta los pulmones y siente con todo tu enfoque mental como vuelve hacia afuera…
El ejercicio podrá durar el tiempo que consideres indispensable. Recréate y vive este momento con intensidad. Es un ejercicio que puedes realizar durante unos breves minutos varias veces al día, o bien durante 15 – 20 minutos 1 o 2 veces al día. A elección propia. Lo que hace este ejercicio práctico es precisamente la sencillez y la comodidad al poder nosotros mismos elegir el tiempo que le dedicamos.
Existen otras muchas técnicas y métodos de meditación que también pueden ayudarnos. En futuros posts podríamos ver otras técnicas para que se pueda elegir la que más se adapte a nuestras necesidades o circunstancias. Todas son igualmente válidas para mejorar nuestra calidad de vida mental y emocional y hacernos sentir bien en tiempos de cuarentena.
Siguiendo como siempre en la línea de la frase de la semana publicada este pasado lunes: «Si no puedes ir hacia afuera, ve hacia adentro», vamos a hablar en este post sobre introspección. Será un concepto que tocaré con asiduidad en estos días de cuarentena, ya que es un trabajo que ayudará a las personas que sienten que les costará estar en casa de manera indefinidad y limitada físicamente.
Vamos allá…
Te pregunto, ¿Cómo estás llevando estos días en casa? ¿Bien? ¿Mal? ¿Regular? Y en el caso de llevarlo mal o regular ¿Crees que es normal? ¿O te sientes mal por sentirte así? Muchas personas lo están pasando mal y de todas ellas, muchas también a su vez se sienten mal por sentirse mal porque evidentemente no quieren sentirse así. Como un círculo vicioso que retroalimenta la situación contra la que se están rebelando.
El conflicto que sienten tener muchas de esas personas es que sienten que no podrán soportar durante mucho tiempo esta situación de limitación en casa. No es lo habitual, no es lo más bonito. Lo normal hasta ahora había sido salir a la calle para trabajar y para pasar el tiempo de ocio, además de para socializar con otras personas. No es nuestra zona de confort estar en casa y salir solo cada ciertos momentos solo para buscar comida y medicinas y volver inmediatamente. Esta situación se agrava más aún estando en situación de alerta por peligro de enfermedad. Y es que aunque quizás no seamos muchas veces conscientes, en ciertas situaciones no tenemos control sobre nuestra mente, no tenemos control sobre lo que pensamos y por lo tanto, no tenemos control sobre lo que sentimos. Toda esta circunstancia en estos días precisamente nos puede llevar a una situación de descontrol y caos interior que nos hace sentir que no podemos estar solos o con nuestra familia entre 4 paredes mucho más tiempo. Sentimos que necesitamos salir, interactuar con otras personas, romper la rutina de manera desesperada y en algunos casos se llega a sentimientos de ira e impotencia. Es como cuando se suele decir que hay personas que no pueden estar consigo mismas durante mucho tiempo, porque llega un momento en el que tienen la necesidad que desapegarse de sí mismos y estar con otras personas.
Existe un miedo muy común que ahora está saliendo a la luz en muchas casas, que consiste en temer adentrarse en lo más profundo de uno mismo. Más de una persona me ha llegado a decir que teme pasar tiempo sola porque teme escuchar sus pensamientos, por eso prefiere poner siempre la tele o música de fondo, para así silenciarse un poco. A veces podemos sentir que adentrarnos en nuestros propios pensamientos es como adentrarnos en lo más profundo de un bosque que desde fuera se ve muy oscuro y peligroso y del que desconocemos lo que nos deparará … y estos días están haciendo sentir eso mismo a bastantes personas.
¿Es normal sentirse así? Vamos a verlo…
Tengamos en cuenta que es normal, natural y además bueno estar con otras personas, no solamente con nosotros mismos, es bueno socializar e interactuar y de expandir nuestro espacio físico. No vamos a desprestigiar esa necesidad biológica del ser humano salvo ciertas excepciones. Sin embargo, debemos tener en cuenta también que la vida hasta hoy nos ha hecho a muchas personas desapegarnos en exceso de nosotros mismos, hasta sentir en ciertas circunstancias que necesitamos de manera inevitable estar siempre mirando hacia el exterior, buscando fuera, en objetos materiales, en vivencias externas, en otras personas, etc. Quizás esta situación actual que estamos viviendo nos está haciendo despertar de algún modo y nos está haciendo ver que quizás nos hemos olvidado de nosotros mismos y de nuestra propia fuente. Quizás nos hemos olvidado de interiorizar y eso en situaciones como estas nos aterra. Repito, no a todo el mundo, pero sí hay mucha gente que se está descubriendo en este sentido.
La clave estaría en encontrar un equilibrio justo en el punto medio entre la introversión y la extroversión. Pero, ¿Se puede encontrar y trabajar ese equilibrio? ¡Claro! Es posible como hasta hoy he trabajado especializándome con personas introvertidas, a encontrar el equilibrio trabajándose precisamente desde su posición en el punto opuesto, para acercarse un poquito al otro lado. Existe un punto mágico en el que nos podemos encontrar.
Para empezar debemos de ser conscientes de que las dos caras tienen su parte positiva y las dos caras tienen cosas que aportar. Sin embargo, posicionarnos solamente en uno de los dos extremos nos limitaría a la hora de adaptarnos para la supervivencia, como podemos ver en estos momentos. Una persona extrovertida que haya llegado a desapegarse de sí misma, ahora podría tener dificultades para soportar una situación de cuarentena. Mientras una persona introvertida podría tener dificultades en una situación de socialización impuesta.
Entonces, si yo soy una persona que hasta ahora ha enfocado su vida en una vida más externa, ¿Cómo puedo encontrar ese equilibrio?
Bien, pues existen muchas herramientas que nos pueden ayudar a manejar situaciones poco comunes como la que estamos viviendo en la actualidad. Existen actividades que nos ayudan a entrenar nuestra mente, con el fin de interiorizar y encontrarnos con nosotros mismos. Pasar más tiempo dentro de nosotros. Es momento de reencontrarnos con nosotros mismos, es momento de auto descubrirnos, de reconocernos, expandiéndonos hacia el interior, aunque precisamente parezca que nos estamos limitando. Estos ejercicios llevados a la práctica de manera habitual, puede ayudarnos a entrenar nuestra mente con el fin de encontrar un estado quizás desconocido o abandonado, un estado de introspección que nos puede ayudar a sobrellevar tanto los momentos de soledad, como la sensación de limitación física o de falta de estar con otras personas. Ese entrenamiento nos puede llevar a una situación que aunque parezca todo lo contrario, nos llevará a un estado de expansión mental que hará aumentar aún si cabe nuestra zona de confort. Parece contradictorio ¿Verdad? Pero la expansión de nuestra zona de confort no se limita a expandir nuestro espacio exterior o nuestras posibilidades externas. Salir de zona de confort no es solamente tener más a nivel físico, social o espacial, salir de esa zona también puede ser hacer un acto de introspección para expandir nuestro espacio mental y espiritual. Si estamos dispuestos a enfrentarnos a este enorme reto de auto conocernos, podremos experimentar unos resultados grandiosos cuando toda esta extraña situación acabe. Podremos conocer partes de nosotros que desconocíamos y que nos llevará a otros niveles cuando recuperemos nuestra vida. ¿Quieres comenzar a dar ya el primer paso?
¡Pues pongámonos manos a la obra!
Primeramente vamos a ver cuál es el concepto de introspección.
El acto de introspección consiste en el trabajo de auto examinarnos a nivel mental y espiritual. Es hacer un viaje hacia adentro de nosotros mismos. Este ejercicio de interiorización nos permite conocernos mejor. Muchas personas creen conocerse, hasta que descubren y se sorprenden al hacer introspección que desconocían muchas facetas de sí mismas.
El acto de introspección nos facilita poder conocer, aceptar y así gestionar nuestros pensamientos y por lo tanto, nuestras emociones. Lo que a largo plazo favorece al crecimiento personal y fortalece la inteligencia emocional.
El acto de introspección nos facilita también el poder disfrutar de una vida más relajada y plena. Necesario en estos momentos que estamos pasando.
La práctica de la introspección se basa en la atención plena en nosotros mismos, en nuestro interior, en nuestros pensamientos y en escucharnos. Por ejemplo, si en una circunstancia en la que ciertas emociones porque ya sea dolorosa o alegre, antes de reaccionar de manera impulsiva podemos comenzar parando un instante y haciéndonos preguntas como:
¿Qué estoy sintiendo?
Esto que estoy sintiendo, ¿Me hace sentir bien o mal?
Si pudiera evaluarlo entre el 0 y el 10, siendo 0 nada y 10 con totalidad, ¿Qué puntuación le daría a este sentimiento? (Tanto si es positivo, como si es negativo).
Para llegar a este sentimiento, ¿Qué pensamiento he tenido antes que lo ha desatado?
¿En qué consiste exactamente ese pensamiento? Es decir, ¿Qué he pensado o estoy pensando todavía que me hace sentir de este modo?
Con este sencillo ejercicio podemos comenzar a profundizar en nuestras emociones, alineándolas con los pensamientos. En el momento en el que nos posicionamos como observadores, estamos comenzando a tomar el control de ello. Cuando comenzamos a tener el control, tenemos el poder.
Este pequeño ejercicio práctico que acabamos de ver ya es un acto de introspección en sí que podemos llevar a cabo siempre que lo deseemos. Pero vamos a ver a continuación un tipalgo más complejo y profundo, con el que podemos comenzar a practicar la introspección de manera diaria hasta convertirlo en un hábito.
TIP:
Podemos ponernos frente a un espejo y observándonos, podemos hacernos preguntas como las siguientes:
¿Cómo definiría a la persona que veo frente a mí?
¿Conozco realmente a la persona que observo? ¿Me conozco a mí mism@?
¿Cuáles son las virtudes que definen a esa persona?
¿Cuáles son sus defectos? ¿Cómo podría mejorar esa persona con respecto a sus defectos?
¿Es una persona que ha sufrido en su vida? ¿Creo que esa persona ha sido resiliente con respecto a ese dolor? ¿Creo que es fuerte?
¿Admiro a esa persona? ¿Por qué la admiro?
¿Creo que es buena persona? ¿Es una persona en la que yo podría confiar? ¿Es empática? ¿Se preocupa por otras personas?
¿Creo que esa persona mantiene aún ilusiones de su infancia? Si la respuesta es No, ¿Podría recuperar alguna de esas ilusiones? ¿Cómo?
¿Podría yo cambiar algunas cosas de esa persona para mejor?
Sería ideal si después de respondernos a estas preguntas, procediéramos a escribir una conclusión en una hoja de papel de manera que nos sirva para leerla de vez en cuando y recapacitar sobre ello. El hecho de recapacitar sobre ello ya puede ser un ejercicio que podría requerir un rato al día, por lo que ya tendríamos cierta ocupación introspectiva y constructiva en estos días. A largo plazo notaremos cierta evolución en el propio auto control y resultará mágico.
Esta es una buena forma de empezar a crear un hábito de introspección, de aceptación de nosotros mismos y reconciliación. Este acto nos ayudará a llevarnos mejor con nosotros mismos en estos días, en lo que tenemos que pasar un tiempo indefinido sin interactuar con lo exterior.
Si nos paramos un momento a buscar dentro de nosotros podremos encontrar un gran tesoro y ese tesoro puede hacernos sentir más grandes. Cuando pase todo esto, sentiremos que hemos hecho un gran descubrimiento y por supuesto, aumentado nuestra zona de confort y además, tomar este hábito de introspección llegará a parecernos precioso, anulando el temor a adentrarnos en nuestro propio bosque.
En la línea de la frase de la semana que vemos a continuación y que fue publicada el pasado lunes, vamos a hablar sobre cómo llevar la cuarentena lo mejor posible siendo conscientes de nuestros propios pensamientos. Esos pensamientos que quizás nos están haciendo sentir angustia y que necesitamos gestionar adecuadamente para mantener la calma.
Tiempos delicados nos ha tocado vivir, no se puede negar. Estamos viviendo una extraña época en donde a nivel global estamos experimentando el miedo. Miedo a algo desconocido hasta ahora y que nos amenaza, miedo a la incertidumbre. Es un miedo normal ya que somos humanos y sentimos que debemos de estar alerta, para poder tomar las decisiones correctas que nos permitan estar sanos y salvos. Este miedo es normal y es totalmente necesario. ¿Qué sería de nosotros sin el miedo? Pues que iríamos por la vida sin tomar precauciones, sin tener los cuidados necesarios para estar bien. Si se pudiera eliminar el miedo correríamos todos los peligros con los que nos encontráramos por el camino sin preocuparnos y ya sabemos cómo acabaríamos antes de llegar a la vejez.
Sin embargo y aunque el miedo es natural y necesario, debemos de tener en cuenta que el exceso o la mala gestión de éste puede llevarnos a un estado totalmente opuesto de sobreprotección y de ansiedad que no nos permitiría vivir adecuadamente. El miedo es indispensable, pero es un error permitir que éste tome el control de nuestros pensamientos y nuestras vidas.
Muchas personas me comentan que están experimentando en estos días un miedo en exceso que les lleva a experimentar estados de angustia e incluso pánico. Este estado aunque muy común, nos lleva a un estado de bloqueo que no nos permite pensar adecuadamente y por lo tanto, no nos permite tomar las decisiones adecuadas en ciertos momentos. Todos hemos pasado alguna vez por una sensación así.
Pero, ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio que nos permita vivir relativamente tranquilos al mismo tiempo que gestionamos el estado mental de alerta que nos permita pensar y nos ponga a salvo? Todo esto sin llegar a la ansiedad de pensar qué será de nosotros en el futuro, si seremos contagiados o no, si pasará todo esto pronto y si volveremos a la normalidad.
¿Cómo podemos evitar dejarnos llevar en exceso por esa incertidumbre que ahora todos sentimos?
¡Vamos a conocer la clave!
La clave está en situarnos mentalmente en el momento presente. Se dice que la depresión está causada por pensar en exceso en un pasado que no volverá; y que la ansiedad está causada por pensar en exceso en un futuro que aún no ha llegado. Sin embargo, el presente es lo único que verdaderamente tenemos ahora y lo único sobre lo que verdaderamente tenemos control. ¿Podemos controlar el pasado? La respuesta es que no. ¿Y podemos anteponernos al futuro y controlarlo desde ya? La respuesta también es no. Efectivamente sí podemos influir en el futuro trabajando en el presente, pero siempre trabajando en el presente, en el aquí y el ahora puesto que es lo único que tenemos en nuestras manos.
Solamente estando realmente en el momento presente, podremos tener el control sobre nosotros, nuestros pensamientos, nuestro estado de ánimo y nuestras decisiones.
Así que vamos a ver a continuación una herramienta muy fácil de llevar a cabo en cualquier momento del día, incluso si por ejemplo nos encontramos preparándonos el desayuno o poniendo orden en la casa, para entrenar a nuestra mente en la observación del momento presente. Esta herramienta nos ayudará a gestionar y aliviarnos en los momentos en los que sintamos pánico de repente, esos momentos en los que sin quererlo nos dejamos llevar por pensamientos de miedo e incertidumbre.
Por ejemplo:
Imaginemos que nos encontramos recogiendo la ropa lavada y de repente, notamos que nuestros pensamientos sobre la situación y sobre lo que será de nosotros y los nuestros, nos hacen sentir ahogo y pánico. Entonces es cuando podemos hacer este ejercicio:
TIP PARA ESTAR PRESENTE
Esta herramienta consiste en tomar conciencia sobre qué es lo que tenemos a nuestro alrededor y lo que estamos haciendo nosotros en este momento absolutamente presente. Tengamos en cuenta que no es posible tener dos pensamientos al mismo tiempo y que cada pensamiento genera un sentimiento, así llegamos a la conclusión de que no es posible tener dos sentimientos al mismo tiempo. Finalmente si tomamos el control en un momento dado, podemos decidir qué estamos pensando y por lo tanto, qué estamos sintiendo. Con este ejercicio vamos a comenzar a controlar el pensamiento en un momento concreto.
Este ejercicio se puede resumir en los siguientes pasos a seguir:
5 cosas que veo oigo y siento.
4 cosas que veo, oigo y siento.
3 cosas que veo oigo y siento.
2 cosas que veo oigo y siento.
1 cosas que veo oigo y siento.
¡Vamos a comenzar a fijarnos qué hay a nuestro alrededor en este momento concreto siguiendo los siguientes pasos!
5 cosas que veo
Por ejemplo:
Un cuadro, la mesa, una silla, la tv, un enchufe y un vaso de agua.
5 cosas que oigo
Por ejemplo:
Un niño en la casa de al lado, el sonido de la tv, la voz de la persona que está conmigo, mi sonido al respirar y los pájaros.
5 cosas que siento
Por ejemplo:
El suelo bajo mis pies, el sofá en mis muslos, mis piernas bajo la palma de mis manos o las teclas del ordenador en mis dedos si estoy trabajando, mi lengua en el cielo de la boca y la cintura de mis pantalones en mi cuerpo.
4 cosas que veo
Volvemos a hacer el mismo ejercicio pero esta vez con 4 cosas que veo, oigo y siento. Si nos sentimos limitados en este momento porque nos encontramos en un lugar en el que no hay muchas cosas, es válido repetir lo mismo de antes. La clave está en ser conscientes de que estamos solamente aquí y ahora, no estamos en el pasado ni en el futuro, estamos en el momento y en el lugar presente. Ahora mismo no hay otra preocupación que yo mism@ y todo lo que me rodea en este instante
4 cosas que oigo
4 cosas que siento
3 cosas que veo
3 cosas que oigo
3 cosas que siento
2 cosas que veo
2 cosas que oigo
2 cosas que siento
1 cosas que veo
1 cosas que oigo
1 cosas que siento
Haciendo este ejercicio lo que haremos es entrenar a nuestro cerebro a enfocarnos exclusivamente en lo que tenemos en nuestro entorno del presente.
¿Qué vamos a notar con el tiempo si convertimos este ejercicio como hábito?
Vamos a verlo a continuación:
A corto plazo comenzaremos a notar que nos relajamos, ya que al no poder tener dos pensamientos al mismo tiempo en la mente, no podremos tener dos sentimientos y ya hemos comenzado a sacar fuera de nuestra mente la angustia y parte de la preocupación. A largo plazo (hablamos de unos días solamente), notaremos que nuestra mente estará entrenada para hacerlo más fácil y notaremos que los niveles de malestar están reduciendo. Pasado algo más de tiempo notaremos que ya seremos capaces de estar en el momento presente sin esfuerzo y necesitaremos hacer este ejercicio con menos asiduidad. Nos resultará más fácil ser conscientes de lo que estamos haciendo, sintiendo, viendo, oliendo, etc y es ahí cuando ya habremos tomado el control. Incluso llegaremos a notar que somos capaces de darnos cuenta de situaciones, cosas o detalles en los que no solíamos fijarnos y que incluso nos sorprenderá. Podríamos encontrarnos con situaciones curiosas y graciosas como por ejemplo decirnos a nosotros mismos “¿Esto estaba aquí? ¿Desde cuándo? ¿Quién lo ha puesto aquí?” Cuando estaba ahí desde hace tiempo o incluso pudimos ponerlo nosotros mismos tiempo atrás y olvidarlo. ¿Esto a qué se debe? Esto se debe a que por norma general, nos dejamos llevar de manera caótica por nuestros pensamientos de forma inconsciente, como si de un rio salvaje se tratara y sin tener ningún poder sobre él. Esto nos hace redescubrir detalles en los que no nos parábamos a observar antes. Si llegamos a ese estado es muy buena señal, significa que vamos por buen camino, que el ejercicio está bien hecho y que está dando resultados. Significa que estamos comenzando a estar en el momento presente.
Tengamos también en cuenta que en unas circunstancias excepcionales como estas, es normal, natural y totalmente humano estar preocupados ya que estamos viviendo una situación diferente a la habitual, además de que estamos en alerta no solo de manera subjetiva. Sin embargo, con herramientas como estas podremos gestionar y mantener cierto orden en lo que pensamos y por lo tanto en lo que sentimos.
Yo lo resumiría con la siguiente pregunta ¿Preocuparte solucionará el problema actual? Si la respuesta es que no, entonces lo mejor es comenzar a auto cuidarnos para estar lo más tranquilos posible y así poder ayudar a los que nos rodean a sentirse también mejor. Al fin y al cabo, todos somos uno y si nos cuidamos nosotros, estamos cuidando de los que están con nosotros en casa, sobre todo si estamos pasando esta cuarentena con niños.
Decía el Doctor Wayne W. Dyer (Psicólogo estadounidense, especialista en psicología positiva): “La palabra intención normalmente cuando la usamos, tiene la connotación de que nadie se interpondrá en nuestro camino. Tengo la intención de que algo ocurra, haré que salga bien contra viento y marea. Da igual la oposición que encuentre, tengo la intención de hacerlo. Es como cuando un pitbull se aferra una rueda. ¿Lo han visto alguna vez? No la suelta por nada. Adoptaré la actitud del pitbull para conseguir lo que quiero. Eso es la intención”. Extraído de su charla “El poder de la intención”.
Pues bien, siguiendo en la línea de la frase de la semana publicada este pasado lunes, efectivamente vamos a hablar en este post sobre la intención y todo el poder que tiene sobre nuestras vidas y nuestros objetivos.
Frase de la semana:
Te voy a hacer una pregunta, ¿Qué diferencia crees que puede haber entre los propósitos que NO has logrado hasta hoy por más sencillos que parecieran y los propósitos que lograste a la primera, aún pareciendo casi imposibles de lograr? La respuesta más común que recibo a esta pregunta suele ser que en los propósitos aparentemente más sencillos, pero que siempre andan rondando el inicio del año y que nunca conseguimos cuando el año acaba, nuestra intención no está clara. No tenemos una motivación lo suficientemente fuerte. Es decir, llevamos años intentando dejar de fumar, perder peso, hacer ejercicio físico, aprender inglés, etc, tanto tiempo, que llegamos a convencernos de que es algo realmente difícil y abandonamos porque «Total, no son tan necesarios en mi vida ahora mismo. Tengo cosas más importantes que hacer». Sin embargo, en el extremo opuesto nos encontramos con que en los propósitos realmente difíciles, esos que en un momento dado de nuestras vidas nos pone entre la espada y la pared, esos propósitos que si no llevamos a cabo nos pondrá en una situación que no deseamos, que nos angustia o nos aterroriza, entimos que si no nos comprometemos con todas nuestras fuerzas en lograrlos sufriremos de algún modo y sabemos que gran parte de la responsabilidad puede ser nuestra, si no lo intentamos al menos. ¿Qué ocurre cuando nos encontramos con una situación tan delicada? En muchos casos nos encontramos con que somos capaces de sacar una fuerza y una claridad que pocas veces hemos visto en nosotros mismos y que nos llevará a esforzarnos lo que sea necesario, para llegar al lugar en el que queremos estar… o a alejarnos del lugar en el que no queremos estar. Es decir, lo interpretamos como una situación de peligro.
Pongamos un ejemplo.
Imagina que llevas 20 años fumando y los últimos cinco años queriendo dejarlo. Siempre te lo propones cuando comienza el nuevo año, pero es tan difícil… ¿Verdad? Se siente tan bien fumando que siempre piensas “Ya lo dejaré” o “debería dejar de fumar”. Imagina ahora que un día vas al médico porque te sientes mal. Tienes ciertos síntomas que van a peor y que hacen que cada vez te canses más, te falte el aire, ya no puedas subir las escaleras hasta tu casa y tengas que coger el ascensor. Cada vez estás más debilitad@ y vas a que el médico te haga una evaluación. Imagina ahora que tras esa evaluación el doctor te indica que además de esos síntomas tienes la tensión alta y necesitas medicación. Finalmente te dice que todos los síntomas que tienes incluyendo lo de la tensión son debido al hecho de fumar. Te indica que si dejas de fumar todo eso que te pasa simplemente desaparecería. Esa noticia no te agrada nada, pero resulta que estás acomodad@ en esa situación. Has creado de todo eso tu zona de confort que no es que te guste, pero ha ido creándose de manera paulatina y te cuesta salir de ahí. Pero también te dice el médico que si no dejas de fumar vas a estar peor en poco tiempo y muy probablemente te vayas a llevar un susto. Si es que se queda solo en un susto. Porque según el doctor tienes muchas probabilidades de sufrir alguna enfermedad coronaria y eso es grave. Te está diciendo que podrías morir. ¿Qué harías ahora? El médico dice que vas de camino a ese destino. Es entonces cuando de repente tu mente cambia el chip, sientes que está en tu mano invertir ese destino o quedarte donde estás, que no te dejará estable sino que te pondrá en una situación peor. Ya te digo yo que si realmente tienes ganas de seguir viviendo, harás todo lo posible y sacarás la fuerza más desconocida de tu interior para dejar de fumar y si me estiras mucho, cambiarás tus hábitos alimenticios y quizás hasta comenzarás a caminar. ¿Me equivoco?
Sin embargo, para otros propósitos que se sienten menos vitales, esa intención será más débil. Pero la buena noticia es que cuando somos conscientes de cómo funciona la intención, podemos alimentarla y trabajarla a nuestro favor con el fin de lograr todo aquello que nos propongamos. Tenemos el poder de enfocar nuestra energía en aquello que nos ayude a crecer, a evolucionar y a construirnos. ¿Cómo? Actuando como el pitbull que se aferra a la rueda con todas sus consecuencias.
¿A que quieres ser como el pitbull?
Vale, la teoría parece fácil pero ¿Cómo la llevamos a la práctica? ¿Cómo podemos alimentar la intención hasta llevarla al límite en el que nos impulse a enfocarnos con todas nuestras fuerzas en algo que en principio no tiene por qué ser vital? Por ejemplo, si quiero aprender inglés no por necesidad, sino por puro placer ¿Cómo puedo poner toda mi intención en ello?
Llegar a tener la actitud del pitbull puede llevarnos cierto tiempo de trabajo, entrenamiento y hábitos que no hemos tenido hasta ahora, ya que esa actitud la hemos sacado solamente en momentos en las que hemos sentido la imperiosa necesidad. Pero podemos dar un primer paso de una manera ciertamente sencilla, que depende sólo de crear un nuevo hábito hasta acostumbrarnos y llegar a cambiar nuestro pensamiento.
A continuación vamos a usar una primera y sencilla herramienta para comenzar a realizar cambios desde lo más básico hacia arriba con efecto dominó.
TIP:
Esta herramienta es el cambio de nuestro lenguaje, ¿Cómo hablamos cuando lo hacemos con otras personas? O incluso, ¿Cómo nos hablamos a nosotros mismos? ¿Qué vocabulario utilizamos? ¿Usamos muchas negaciones y coletillas de dudas? A partir de ahora vamos a escucharnos y a evaluarnos cuando hablamos. De esta manera podemos tomar conciencia y podemos modificar una de las primeras cosas que influyen en nuestra intención.
Pongamos otro ejemplo para entenderlo mejor:
Imaginemos que ahora que han pasado las fiestas de navidad, queremos cambiar nuestros hábitos alimenticios porque deseamos bajar de peso. No es algo realmente vital y sabemos que dependiendo de la cantidad que debamos perder, de ello no tiene por qué depender nuestra vida o salud a no ser que nos lo diga un médico. Pero queremos sentirnos mejor. Así que tenemos que poner toda nuestra intención tal y como si de ello dependiera nuestra vida.
Bien, pues a continuación vamos a conocer cómo evaluar nuestra forma de hablar sobre el tema o de hablarnos a nosotros mismos…
Si en lugar de decir “Tengo que ponerme a dieta”, lo cambiamos por “Elijo comer más saludable”, no solo estamos usando un vocabulario más amable y menos estricto con nosotros mismos, sino que además resultará más sencillo para nuestro cerebro adaptarse a la nueva intención y enviar la orden al resto del cuerpo para que actúe acorde a nuestro deseo. Entonces lograremos reducir la tensión y la ansiedad porque ya no lo veremos como una obligación. Si en lugar de decirnos “Debería hacer deporte”, nos decimos “Voy a salir a correr un rato”, la fuerza de la intención es mucho más potente y además, igualmente dejamos de verlo como una obligación, para comenzar a verlo como una elección.
Al mismo tiempo, no solo en momentos clave de nuestro propósito como acabamos de ver, si no de manera general, podemos decirnos a nosotros mismos o bien en voz alta frases como “Lo voy a conseguir”, “Esto es fácil”, “He logrado cosas más difíciles”,“Cuando acabe el año pareceré otra persona”, Etc.
En el momento en el que comenzamos cambiando el lenguaje, creamos un efecto dominó que hace que se vayan haciendo cambios a mayores niveles, como por ejemplo nuestra forma de pensar y por lo tanto nuestra forma de sentir. Pasado el tiempo podremos comprobar que hemos pasado de hablar diferente a pensar y sentir diferente y nuestra intención se verá fortalecida y estando fortalecidos, podremos llegar a sentir que lo lograremos cueste lo que cueste. Tal y como hace el pitbull con la rueda. Si nos fijamos en la actitud del pitbull podríamos adivinar que el pensamiento que hay en su cabeza en el momento comentado al principio es el de…
Como siempre, en la línea de la frase de esta semana ya publicada: “Si no tienes sentido del humor, estás a merced de los demás” (William Rotsler), vamos a hablar sobre el poder del sentido del humor para trabajar la timidez. Al final del post te llevarás un tip para que puedas llevarlo a la práctica en situaciones embarazosas.
El sentido del humor es una de las herramientas más poderosas cuando tenemos conflictos. Si tienes sentido del humor todo puede parecer más ligero, más fácil de llevar. Por lo tanto ayuda al desbloqueo mental y te facilita el poder ver con más claridad, para dar con una posible solución. Cuando puedes reírte de ti mismo/a o de tus problemas, significa que estás acercándote a la solución, a la liberación, a la paz. El sentido del humor es parte de la aceptación. No te va a solucionar el problema en sí, pero te ayudará a verlo desde otra perspectiva más liviana, te hará ver que quizás no es tan grave lo que estás viviendo o que puedes seguir con tu vida a pesar de lo vivido.
Cuando reímos liberamos endorfinas. Estas son responsables de nuestra felicidad y de la sensación de bienestar, además de funcionar como si de analgésicos se trataran, pero en este caso de forma natural. Por esta razón la risa nos ayuda a aliviar los dolores cuando nos encontramos enfermos o incluso acelera el proceso de curación de ciertas enfermedades. Además, también se ha demostrado que disminuye las posibilidades de sufrir un infarto, ayuda en el trabajo de la depresión, la ansiedad y disminuye los casos de bajas laborales. Hasta ahí llega el poder de la risa.
“La gente con sentido del humor se ríe más y reír de forma habitual está asociado a cambios en el sistema muscular, cambios cardiovasculares, endocrinos, inmunológicos y neuronales. Tener buen sentido del humor favorece las relaciones sociales y proporciona un mayor apoyo social que funciona como inhibidor del estrés y estimulador de la salud” (Carbelo y Jáuregui, 2006).
Además de esto y por todo ello, el sentido del humor es un tubo de escape muy efectivo para el trabajo concreto de la timidez. ¿Por qué? Pues porque precisamente una de las características de la timidez es el gran sentido del ridículo que tiene la persona. Precisamente una de las cosas que más temen las personas cuando se sienten tímidas es el ser el foco de atención, es la exposición en ciertas circunstancias, es el temor a cometer un error y sentirse ridículas. Cuando el sentido del ridículo es muy fuerte, ya comenzamos a dejarnos llevar por los pensamientos de lo que sería si nos equivocamos hasta el punto de convertirse en pensamientos irracionales, en muchos casos catastrofistas ante una posibilidad que lo más probable solo exista en nuestra mente. Este temor hace que muchas personas dejen de hacer cosas por miedo a hacer el ridículo y se sientan limitadas.
¿SIRVE DE ALGO EL SENTIDO DEL RIDÍCULO?
El sentido del ridículo es necesario evidentemente, es como los miedos. Si fuésemos sin miedos por la vida nos expondríamos a circunstancias realmente peligrosas porque no podríamos calibrar el peligro. Sabemos que el miedo bien gestionado para que no nos controle ni nos limite puede ayudarnos a ser prudentes mientras decidimos cómo y para qué ser valientes. Pues con el sentido del ridículo ocurre lo mismo, es totalmente normal y legítimo que nos sonrojemos en alguna situación que quizás nos supere en un momento dado y no podamos controlar del todo, ¡Es señal de que somos humanos! Y esto nos sirve para ser prudentes también en ciertas situaciones en las que es necesario no ser demasiado impulsivo o que haya preparar bien con antelación, como por ejemplo puede ser una conferencia. Si no tuviésemos sentido del ridículo lo más probable es que no nos preparemos la conferencia con la suficiente seriedad porque total, da igual si me equivoco. Pero igual que no es bueno carecer del sentido del ridículo, tampoco es bueno tenerlo en exceso hasta limitarnos en nuestras decisiones, o en la necesidad de exponernos para lograr ciertos objetivos. Así que en este post vamos a ver cómo gestionar ese sentido del ridículo usando el sentido del humor, en este caso, enfocándonos a las personas que padecen del exceso de este y se sienten limitados.
¿Cómo podemos dominar el sentido del ridículo cuando éste es excesivo?
CLAVE 1
Podemos por ejemplo comenzar siendo conscientes de que todos, absolutamente todos hemos hecho el ridículo alguna vez, incluso las personas que se exponen de manera pública, que salen en televisión, presentan programas, son maestros, etc. Nadie se salva de ello y evidentemente nos quedan aún muchas situaciones que pasar que resultarán cómicas. Cuando pensamos en esto nos damos cuenta de que visto desde fuera, aún resultando cómico, podemos pensar que no es para tanto porque esas personas acaban improvisando, solucionando el problema o incluso utilizando el humor para reírse de ellos mismas. Cuando vemos que alguien hace el ridículo en un momento dado y utiliza el sentido del humor, de repente podemos ver que esa situación aparentemente ridícula pierde fuerza de manera inmediata. Vemos que esa persona ya no está siendo dominada por la situación. Entonces las personas que le rodean ya no se ríen tanto de la situación ni de la persona sino que ser ríen con la persona. Es ahí donde vemos el enorme poder del sentido del humor.
El ver estas situaciones en los demás y quitarles importancia, primeramente hace que dejemos de enfocarnos en nosotros mismos, por lo que estamos trabajando esa parte del ego que nos duele y nos domina. Estamos poniendo el foco en otras personas y minimizando la importancia que realmente tiene, porque uno de los errores es que cuando nos enfocamos en exceso en nosotros mismos aumentamos las partes negativas de lo que sentimos, haciendo cada situación más grave de lo que en realidad es. ¿No te ha pasado muchas veces que cuando alguien cercano a ti te cuenta algún problema que tiene, lo ves desde fuera y tienes la certeza de que no lo ves tan grave como esa persona lo siente? E incluso tienes la seguridad de saber que eso que le pasa tiene solución, pero esa persona no lo ve en ese instante porque está inmersa en el problema y con ello le está dando poder a su ego. Pues con el sentido del ridículo ocurre lo mismo, lo sentimos más grave cuando lo vemos en nosotros mismos y estamos inmersos en él, que cuando lo vemos en otros.
CLAVE 2
La segunda clave será desarrollar el sentido del humor, para obtener la capacidad de reírnos de nosotros mismos. Hemos visto antes que cuando una persona comete un error y hace el ridículo y se ríe de sí misma, esta situación pierde poder sobre la persona y puede tomar el control más fácilmente. Pero, ¿Cómo puedo reírme de mí mismo/a cuando nunca antes lo he hecho y siento que el ridículo me supera?
A continuación vamos a conocer un sencillo tip, que nos ayudará a desarrollar un fuerte sentido del humor y minimizar ese sentido del ridículo que tanto puede llegar a hacer sufrir a una persona tímida:
TIP:
Puedes comenzar recordando una serie de situaciones que te hayan ocurrido y que hayan resultado embarazosas y con ellas crear una lista para tenerlas en cuenta. Describe con detalle todo lo que te pasó y lo vergonzoso que resultó para ti. Primero puedes leerla en voz alta para escucharte y reírte de ello, de tu propia situación. En este primer paso te resultará más fácil reírte porque estarás en soledad, sin nadie que te escuche, solo te escuchas tú y así podrás dominar mejor ese sentido del ridículo. Al final estarás provocando el hecho de reírte de ti mismo/a y haciendo eso, estarás quitando importancia y por lo tanto fortaleza a lo que sentiste en ese momento.
En otra ocasión puedes llevar a cabo el segundo paso, que es sacar a la luz esa lista recordando alguna de esas situaciones cuando te encuentres con amigos o familiares en alguna situación distendida. Te puede ayudar también el hecho de exagerar la escena a modo de caricatura cómica. Así estarás provocando que todos se rían contigo y eso disminuirá más aún tu sentimiento de ridículo. Cuando eres tú misma la persona que cuenta eso, le estás quitando poder a un posible ataque de otra persona para ridiculizarte. Ahora el poder lo tienes tú, porque eres la primera persona que se está riendo de ello y ya nadie podrá posicionarse por encima para hacerte sentir mal.
Con un entrenamiento como este, comenzando poco a poco si nos resulta complicado, estamos indicando a nuestro cerebro cómo encontrar siempre el lado cómico de todo lo que nos pasa. A largo plazo nos resultará más sencillo verlo sin esfuerzo en cada cosa que nos pase y nos resultará más fácil reírnos. Al final como todo, es cuestión de entrenamiento.